24/12/2024 | Josu Reparaz Leiza

OLENTZERO, LA BELLEZA AUSTERA DE LA NAVIDAD

En las frías montañas de Leitza, entre la espesura de los bosques, un carbonero mítico se prepara como todos los años para visitar los pueblos, cargado con leña y carbón. Trae regalos para niños y mayores. Toda Euskal Herria lo celebra.

Hayas, robles, fresnos y alerces, enormes castaños, y otros muchos árboles se han transformado ya en leña y carbón. La materia puede volver a nacer, si todos ponemos de nuestra parte, para que el cambio climático no altere nuestro medio. Hasta ahora, los bosques se regeneran, en un ciclo que nunca termina, como un susurro antiguo que resuena con fuerza en el corazón de nuestra tierra que debemos proteger.

Cada año, nuestro libro cultural abre sus vetustas páginas paganas, cristianas, o la mezcla de ambas; unidas por el hilo amoroso de la historia, la leyenda, y el folklore, completando el calendario festivo que ilumina el invierno.

En esta estación de noches largas y fríos intensos, la madera del árbol cortado calienta los hogares, y el carbón aviva las llamas del fuego familiar. Alrededor de esas chimeneas las personas se encuentran, se cuentan historias, y el tiempo parece detenerse. Todo invita al recogimiento, pero también hay quienes desafían al frío, aquellos que reivindican la fiesta y el encuentro.

En nuestros pueblos y ciudades se sale a las calles en kalejiras bulliciosas, pidiendo alimentos, castañas para calentar manos y estómagos, frutos secos o dinero, mientras se canta alegrando las calles. Es una costumbre antigua, un eco de solidaridad y renovación. Y así, como ocurre en otros lugares del mundo con Papá Noel, Santa Claus, San Nicolás, o los Reyes Magos, aquí tenemos a un personaje singular: Olentzero.

Su peculiar figura adquiere cometidos diversos en un variado repertorio adaptado a cada lugar y a cada situación. Puede ser un carbonero que baja de las montañas con su pipa encendida y su ropa tiznada, o un pastor, o un labrador con una hoz. En algunos lugares se le representa como una figura de paja y trapos que los jóvenes llevan a cuestas por las calles. En otros, su imagen reposa junto a la chimenea, acompañado de Mari Domingi. Siempre con su chapela, sus cestos y su bota de vino. Pero, de una manera u otra, Olentzero está vinculado al fuego, ese elemento mágico capaz de renovar, de limpiar lo viejo, para dar lugar a lo nuevo.

Una de las representaciones más entrañables de Olentzero es la del tronco que se quema en la chimenea durante la noche de Navidad, con el deseo de proteger a la familia y al ganado. Algunas familias prendían un tronco por cada miembro, empezando por el mayor y terminando por el más joven, sin olvidar a sus difuntos; como un homenaje sencillo y profundo a los antepasados.

Desde un enfoque antropológico, Olentzero refleja la fusión de elementos paganos y cristianos, con el vínculo del fuego, tan relevante en las culturas antiguas que celebraban la llegada de días más largos tras el solsticio. La cristianización trajo connotaciones más benévolas y familiares, alineándolo con la entrega de regalos ligados al nacimiento del niño Jesús. Hoy, su esencia sigue siendo un símbolo de algo mucho más grande: la renovación, la esperanza y el amor por las tradiciones que nos unen.

El sonido de la música, los villancicos acompañados de trikitixas, panderetas y cencerros crean un ambiente especialmente festivo. Su sonido nos lleva de vuelta a nuestras raíces, cuestionando las formas de vida actuales, ahogadas en el barullo del consumismo y el individualismo. Olentzero nos recuerda la importancia de la comunidad, de compartir lo poco o mucho que tenemos, de celebrar juntos.

Gracias a las ikastolas navarras y a su compromiso con la cultura vernácula, Olentzero volvió a ocupar un lugar central en nuestras fiestas de invierno, a partir de la década de los 60. Y no solo como un personaje mítico, sino como un símbolo de los valores que representan nuestra identidad: sobriedad, solidaridad y respeto por nuestras raíces.

Todos esperan su llegada con ilusión, porque su figura primigenia soporta estoicamente los vaivenes de la sociedad de consumo; mostrando autenticidad con un ritmo menos atropellado, siempre dispuesto a parar el tiempo con amor, a mirar hacia atrás con gratitud, y hacia adelante con esperanza.

Eguberri on!

Josu Reparaz Leiza
Director de las Ikastolas de Navarra


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