Las ikastolas, fieles a su modelo cooperativo creado por y para las personas, siguen siendo agentes fundamentales de innovación social, implantando programas pioneros para terminar con lacras como el acoso escolar, diseñando materiales didácticos propios que además de en nuestros centros se utilizan en centros que no pertenecen a nuestra red, un sistema de formación propio y específico para los diferentes profesionales. En las ikastolas no es posible entender el cooperativismo sin el espíritu, compromiso y autoexigencia de las personas que lo forman. Desde su creación, hace más de cincuenta años, han tenido dificultades, cambios generacionales pero siempre han intentado mantenerse fieles a sus valores fundacionales: democracia, colaboración, cooperación, compromiso, responsabilidad y solidaridad, fomentando la participación consciente y activa de sus miembros, primando los intereses colectivos sobre los individuales. Podemos decir que es un modelo consagrado que ha superado la prueba de estrés, ha trascendido a sus fundadores y se reinventa con la irrupción de nuevas generaciones.
El cooperativismo se sustenta en el humanismo que trata de transformar la sociedad sobre la base de la dignidad de la persona, la integración comunitaria y su centralidad en la organización social, que utiliza la cooperación como sistema de organización democrática. Muchas de estas actividades sociales desarrolladas por lo que hoy son cooperativas, una vez recuperada la democracia, acabaron siendo tuteladas por las administraciones públicas han continuado generando transformaciones educativas, culturales, económicas… profundas en las comunidades en las que estaban insertas. Por todo ello, las ikastolas navarras se suman hoy a la celebración de la economía social, cuya forma esencial es la cooperativa, y que funciona en base a los principios y valores de la economía social: autogestión;apoyo mutuo, autonomía;equidad, democracia, solidaridad económica y compromiso con la sociedad y el medio ambiente.
El diferencial competitivo de las cooperativas se encuentra en la capacidad de innovación y participación de las personas. El potencial humano y organizativo existente en la comunidad ofrece posibilidades de progreso, encontrando en la acción social solidaria las claves de su eficiencia.
Tal como afirma Javier Retegi “es imprescindible abrir caminos de cooperación, entre capital-trabajo, entre empresas, entre empresas-instituciones y entre entidades públicas y privadas. Crear una red de ámbitos de cooperación nos puede ubicar con personalidad propia en el concierto internacional. Un cooperativismo abierto tiene mucho que ofrecer y aprender en esta nueva aventura social”. En esa misma línea se expresaba en una reciente Tribuna de este mismo medio de comunicación el vicepresidente de Derechos Sociales del Gobierno de Navarra al hilo de la Ley Foral de Conciertos Sociales “como reconocimiento al tercer sector, al papel que desarrollan las entidades de iniciativa social en el conjunto de la sociedad (…). Ha sido clave como impulso a la innovación social a través de un proceso de identificación de nuevas necesidades, de reivindicaciones a los poderes públicos para que aportaran nuevas respuestas y nuevos recursos ante las mismas, y de puesta en marcha de programas y servicios que posteriormente iban siendo asumidos dentro del sistema público de servicios y prestaciones. En la actualidad, hoy mismo, incluso con un sistema público ya desarrollado en ambos ámbitos, las iniciativas que parten de este tercer sector, de las entidades de iniciativa social, tienen unas características relevantes que merecen también un reconocimiento y una atención. Suponen por su parte un esfuerzo de corresponsabilidad, un esfuerzo también de activación, de respuesta activa frente a sus propios problemas y tienen así mismo un efecto de empoderamiento, de refuerzo de sus propias capacidades.
En esta celebración de la economía social hago mías las palabras de Humberto Maturana en su libro El sentido de lo humano como homenaje a cuantas empresas e instituciones forman parte de economía social en Navarra. “Una sociedad en la que se acaba el amor entre sus miembros se desintegra. La conducta social está fundada en la cooperación, no en la competencia (...). Los humanos somos seres adictos al amor y dependemos para la armonía biológica de nuestro vivir cotidiano de la cooperación y la sensualidad, de las caricias y de vínculos positivos y sintonía emocional con los demás, no de la competencia y la lucha”.